El hombre sacó una llave del bolsillo y dijo mientras me invitaba a pasar:
- La casa, me explicaba amablemente, era una fábrica de chocolate. La rueda transmitía su movimiento al molino, que es esto, señalando la parte alta de una máquina cilíndica con portezuelas, aquí se molía el cacao y debajo se mezclaba con harina y azúcar. Y por esa puerta de ahí, indicando ya la parte más baja, introducíamos un brasero para que el calor derritiese la mezcla. El chocolate fundido se cogía con unas cucharas y se echaba en los moldes.